Como he explicado en numerosas ocasiones, la maternidad, la lactancia y la crianza son cuestiones que las familias (y sobre todo las madres) vivimos dentro de las cuatro paredes de nuestra casa.

Desde el embarazo, sólo se nos muestra la imagen de una maternidad feliz y gozosa. Y está bien, porque en su mayor parte es así. Pero ¿quién nos habla de los altibajos del posparto, de los impredecibles comienzos en la lactancia materna, de los prejuicios y las constantes críticas que nos perseguirán a lo largo de toda la crianza de nuestrxs hijxs?

Lo cierto es que rara vez habremos escuchado un «qué bien lo estás haciendo» o «que buena madre eres». Porque el papel de la madre, escoja un camino u otro, siempre va a ser juzgado: tanto si amamantas como si le das biberón, si le ofreces la comida en trozos o se la das triturada, si porteas o no, si haces colecho o le metes en su cuna, si decides incorporarte al trabajo u optas por cuidar a tu hijx.. Siempre va a haber algún comentario contrario al respecto.

Hace años esto era muy diferente. Las familias crecían en tribu, rodeadas de un grupo de iguales donde convivían y compartían todas estas vivencias con lxs demás. Las dificultades a la hora de comenzar una lactancia se prevenían con el solo hecho de tener una figura a la que imitar y de la que aprender.

La sociedad actual, centrada en el costumbrismo, nos muestra a menudo su cara más inflexible, fría y crítica, arremetiendo así contra nuestro propio instinto materno y originando sentimientos contradictorios en el ámbito familiar.

Esta tribu quiere romper con esa intromisión, con la falta de apoyo e información, con la soledad, y ofrecer un espacio libre en el que compartir sin tabúes todas esas dudas, miedos y preguntas que coexisten desde que nos adentramos en el mundo de la pa/maternidad.

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