Juegos de mesa cooperativos
Hoy me gustaría compartir por aquí un tema del que hablé con un par de amigas hace unos días: los juegos de mesa. Si no recuerdo mal, la conversación comenzó a raíz de comentar una de ellas lo interesantes que éstos le estaban resultando últimamente, pues decía haberse dado cuenta de la cantidad de aprendizajes que pueden ofrecer.
La verdad es que mi interés por los juegos de mesa en esta etapa llegó hace pocos meses, cuando M aún no tenía 3 años. Tengo muy buenos recuerdos sobre numerosas tardes jugando en familia y quería empezar a vivenciar este tipo de experiencias con mi hijo de forma paulatina. Sin embargo, no soy partidaria de fomentar situaciones en las que un/a únic@ jugador/a gane, sino que prefiero poner el foco en el disfrute. Así fue como conocí los juegos cooperativos.
Busqué y rebusqué hasta dar con uno que me convenció: el frutal. Y decidí cogerlo como regalo para el tercer cumpleaños de M. Creo que compartí una foto por stories sobre nuestra primera partida. ¡Fue todo un éxito!
Las semanas previas habíamos probado a jugar juntxs a algún juego en el que, por primera vez, aparecían las normas. Por supuesto, fueron pocas y flexibles, dado el momento de desarrollo en el que se encuentra M. Mi intención era acercarnos de alguna manera a este tipo de juego aún desconocido para él, pero nunca desde la imposición, sino a modo de propuesta.
La primera invitación surgió de una actividad muy sencilla que vi en @aprendiendomatematicas de la que M y yo modificamos el objetivo final -ganar- por -construir una torre junt@s-. Todo fue fluyendo sobre la marcha, de manera espontánea, lo cual me encantó (si os interesa el juego, lo comparto otro día). Lo cierto es que fue todo un acierto (quizás me lo parezca porque entonces mis expectativas eran algo pesimistas, no lo sé), M estuvo pidiendo que jugáramos día tras día.
A raíz de esto, me gustaría resaltar que, a pesar de que la mayoría de juegos de mesa implican ganar y perder, es posible y (desde mi perspectiva) recomendable darle otra vuelta al cierre de éstos para transformarlos en cooperativos. Nuestra sociedad ofrece demasiadas formas de competitividad; un «valor» que realmente no nos une, sino que nos separa, pues rompe con momentos de conexión y aprendizaje para incorporar grados y etiquetas (mejor/peor, list@/tont@…).
Os pongo un ejemplo para explicar de forma sencilla a lo que me refiero cuando hablo de reformular el objetivo del juego. Para ello, utilizaré el dominó, pues considero que es bastante conocido. En este juego, la meta consiste en deshacerse de todas las fichas para ganar (competitividad). Sin embargo, creo que una propuesta más bonita podría ser dejar todas las fichas boca arriba desde el comienzo para así construir la cadena entre todxs lxs participantes (cooperativismo). ¿Qué os parece?
¿Os decantáis también por los juegos de mesa cooperativos en vuestra familia?