Mi niña herida

Mi niña herida

La infancia, esa época en la que te construyes a través de la mirada y respuesta externa. Donde te nutres de olores, sabores, contacto y palabras que portan emociones de diferentes colores. Instantes que se archivan para mostrarnos cómo hemos de movernos en el mundo.

Una programación de por vida.

A menudo, llegamos a la edad adulta desconociendo el origen de nuestro bagaje. Pequeñas o grandes heridas que nos condicionan en momentos esenciales de nuestra vida, y que cobran fuerza en acontecimientos como la crianza de nuestras propias criaturas.

La niña interior que dejó de ser vista, escuchada y tenida en cuenta vuelve, recordándonos aquel pasado que tanto la dañó y que se niega a reproducir de nuevo. Actúa desde ese miedo e insiste vehementemente ante la más mínima sospecha.

Necesitamos conocerla; necesitamos conocernos. Mirar ese pasado con los ojos de la adulta que hoy somos, para comprender el temor de esa niña que aún grita y mostrarle la atención que no tuvo en su momento.

Hoy me recuerdo que sigo en este fascinante proceso, aprendiendo a caminar de nuevo.

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