No llores…

No llores…

(Niña llorando)

– ¡Mira lo que tengo, cariño!

(Niña llorando, esta vez levantando la mirada hacia su madre)

– Es un regalo para ti. Deja de llorar y te lo doy, ¿vale?

(Niña intentando reprimir el llanto sin lograrlo del todo)

– ¿Cielo, te vas a portar bien y vas a dejar de llorar? Ven, cariño, si dejas de llorar te lo doy.

(Niña consigue dejar de llorar y, entre sollozos, se acerca a recoger el regalo)

Esto, que puede parecer «crianza respetuosa» porque la madre habla a su hija con dulzura, sin gritos y en tono calmado, no lo es. La crianza respetuosa no solamente implica comunicarnos desde la calma, sino que va mucho más allá. Ésta, en realidad, pone el foco en las necesidades y el sentir de lxs niñxs, y acompaña. De ahí que sea tan importante tomar consciencia.

Esta madre, de forma totalmente inconsciente, está negando la emoción de su hija. Es probable que esté utilizando el único recurso que tiene a mano en ese momento para frenar su llanto porque no soporta verla sufrir. Ninguna queremos que nuestrxs hijxs lo pasen mal. Duele ver que eso ocurre. Sin embargo, el mensaje que le llega a su hija es de rechazo hacia su expresión. Por tanto, ella entiende que no está bien sentirse así, que no debe llorar por lo que le está produciendo malestar, porque eso implica que lxs demás se sienten mal.

La niña, que sabe que todo lo que hace su madre es por su bien, a base de experimentar más situaciones similares diariamente, comienza a integrar la idea de que llorar no es adecuado e intenta luchar contra esa expresión cada vez que pide salir. Si quiere ser aceptada, tendrá que dibujar un rostro feliz, no triste o enfadado.

La pequeña crecerá centrando su atención en el exterior, fuera de su cuerpo, y dejará de creer en lo que siente para no dañar a lxs demás. Se desconectará de sí misma impulsada por la imagen de que no es bueno estar triste, ni normal sentirse enfadada y que, además, ésa es la manera de pertenecer, de ser aceptada y querida por lxs demás.

Con el tiempo, esta niña se convertirá en adulta. Y, quizás, la manifestación de su tristeza y rabia reprimida durante años se vea reflejada en miedo y ansiedad constante, por inseguridad, por sentir que no es suficiente, por la posibilidad de equivocarse o fallar, por no encajar y pensar que será desplazada, por aún sentir ganas de llorar… Y dejará de quererse, porque no aceptar lo que sientes y eres, es olvidarte de ti.

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