NO a los besos por obligación
En el mundo hay diversas formas de transmitir amor a los demás. Y a pesar de las dimensiones de nuestro planeta y de los miles de millones de personas que lo habitamos, es curioso como el uso de un mismo gesto nos puede unir a todos/as.
El beso está estrechamente relacionado con los sentimientos positivos, ya que su mayor finalidad es transmitir afecto a la persona a la que se lo damos. Como digo, es una muestra de amor universal. Sin embargo, en nuestra cultura tiene un valor añadido, puesto que también lo utilizamos a modo de saludo. Por ejemplo, es muy común ver como dos familiares se dan un par de besos a la hora de despedirse, mientras que también lo es el hecho de que alguien sea presentado/a por primera vez a un/a compañero/a de trabajo siguiendo ese mismo protocolo. Apenas hay diferencias en el ámbito formal o informal. No obstante, este acto no es natural, sino un hábito aprendido y muy ligado a la educación.
Infinidad de imágenes invaden mi cabeza; de primos/as, sobrinos/as, hijos/as de amigos/as e, incluso, de niños/as desconocidos/as, pero que he visto en esa misma situación. Todos/as ellos/as se han visto en la obligación de tener que besar en numerosas ocasiones a personas que quizás ni conocían. Cuando iban paseando con la abuela y ésta se ha encontrado con una amiga que insiste en achuchar al niño, pidiéndole incesantemente que le dé un beso (a veces, utilizando el comodín del caramelo como soborno); o cuando una niña va con su padre a visitar a su tío y le insta a darle un beso de despedida porque «es su tío»… Desde bien pequeños/as ya nos enseñan lo políticamente correcto.
¿Está bien lo que hacemos? ¿Qué es lo que realmente nos empuja a forzar a los/as peques a dar besos a otras personas? Ya sean conocidas o desconocidas. Supongo que «el qué dirán» es lo que nos hace sentir cierta vergüenza o incomodidad cuando nuestro/a hijo/a se niega a demostrar un afecto que no siente o no le apetece compartir en ese momento. Porque eso es, en definitiva, lo que le ocurre a un/a niño/a. Para ellos/as un beso es un gesto de amor para con otra persona. Por lo tanto, es comprensible que se puedan sentir reacios/as a dárselo a algún/a desconocido/a o a alguien con quien habitualmente no tengan mucho contacto. Estoy segura de que, como adultos que somos, podemos llegar a comprender lo desagradable que podría ser verse en una situación similar.
Pero, profundicemos más sobre esta práctica tan habitual. ¿Qué clase de mensaje queremos transmitirle al/a la pequeño/a cuando no le damos opción a elegir sobre su propio cuerpo? En realidad, ese poder de decisión debe corresponder únicamente a su dueño/a. Es fundamental y realmente necesario educar en el concepto de respeto a uno/a mismo/a y hacia los/as demás, porque ése será el valor que determinará su manera de tratar a las personas en el futuro.
Emmi Pikler fue una pediatra muy prestigiosa que hizo un gran trabajo basado en la libertad de movimiento. Pero sus estudios llegaron más lejos. Decía que el beso es un símbolo afectivo y que el/la niño/a debía de ser totalmente libre tanto de aceptarlo como de ofrecérselo a quien quisiera. El beso nunca puede ser una imposición.
No debe preocuparnos su supuesta «falta de cortesía», sino su falta de amor propio. Los/as peques se irán adaptando progresivamente al marco cultural que corresponda, como todos y todas hemos hecho. Pero si reciben un trato basado en el respeto mutuo, adquirirán las herramientas y fortaleza necesarias para tomar decisiones asertivas y empáticas.